Por: Eduardo Ramos
Hoy antes de operar estuve reflexionando sobre el tema de los aranceles recíprocos entre México y Estados Unidos. Es de esos momentos en los que una decisión de política exterior tiene un eco enorme en la economía interna… y vaya que se siente.
El escenario actual es como si México estuviera caminando sobre una cuerda floja: por un lado, necesita defender sus intereses comerciales, pero por el otro no puede arriesgarse a una ruptura con su mayor socio económico. La reacción de la Secretaría de Hacienda lo dice todo: bajaron su previsión de crecimiento para el próximo año. Antes hablaban de un 3% posible… ahora el techo es 2.3%. Es una señal clara de que el optimismo está desapareciendo poco a poco. Me pregunto si esto será solo una fase o el inicio de algo más complicado.
En cuanto a Banxico, me sorprendió el recorte de tasas de 50 puntos base. No es poca cosa, sobre todo con la inflación rondando todavía niveles incómodos. Pero supongo que están viendo que el riesgo mayor no es la inflación, sino un estancamiento que podría ser más doloroso. Lo curioso es que ese mismo recorte podría generar más presión sobre el tipo de cambio… y ya de por sí el peso está sufriendo.En los últimos días cuando abro un gráfico del USDMXN veo más nerviosismo en los inversionistas. Aunque, en el fondo, parte de mí cree que un peso más débil podría ayudar a suavizar el golpe de los aranceles sobre las exportaciones. Tal vez hasta termine beneficiando a ciertos sectores.
La presidente Sheinbaum está jugando una carta bastante prudente. No busca confrontar, sino negociar y mantenerse dentro del marco del T-MEC. La verdad, creo que es la mejor estrategia. Meterse en un juego de escalada comercial con Estados Unidos es como llevar una cubeta de agua a una pelea de dragones.
Y luego está Perú. Ellos también están en una situación complicada, pero diferente. Me impresionó cómo el tema del cobre —tan central en su economía— podría verse afectado, aunque no tanto por volumen, sino por cómo impacta la cadena de valor global. Si baja la demanda global por el efecto de estos aranceles, entonces Perú se lleva una sacudida aunque no le impongan directamente los aranceles al metal. Es como una tormenta que pasa cerca y aún así te moja.
El agro también está expuesto. Pensar que el espárrago fresco, que ha sido una historia de éxito peruana en EE.UU., podría perder competitividad… me hace pensar en cuántas historias así se están tambaleando en silencio. No es solo una cuestión de cifras, es gente, empleos, comunidades.
El sol peruano, como el peso mexicano, también puede sentir la presión. Menos exportaciones significan menos divisas entrando, y eso pone a prueba a cualquier moneda. Aunque los efectos en inflación podrían no ser tan visibles de inmediato, algo me dice que si la situación se prolonga, eso va a cambiar.
Quizá mañana todo esté más claro… o quizá más complicado. Pero por ahora, es importante seguir observando, conectando puntos, y tratando de entender hacia dónde se mueve la marea.