Por: Eduardo Ramos
Anoche entraron en vigor nuevos aranceles por parte de Estados Unidos contra una lista ampliada de productos chinos, y la respuesta de China no se hizo esperar: represalias inmediatas y enérgicas. Esta escalada no es solo un choque entre potencias, sino un terremoto que sacude a toda la economía global, y muy especialmente a América Latina, una región altamente expuesta al comercio internacional y a las fluctuaciones de los mercados globales de materias primas.
Aquí te comparto cómo veo que este nuevo capítulo afectará a tres economías claves: México, Chile y Perú.
México: entre el alivio temporal y la fragilidad estructural
México, al menos por ahora, ha evitado ser blanco directo de esta nueva ronda de aranceles estadounidenses, algo que la presidenta Sheinbaum ha atribuido al marco del T-MEC y a su política de fortalecimiento industrial. Eso le ha dado cierto respiro al peso mexicano y al panorama inflacionario, pero no podemos cantar victoria.
Lo que sí me preocupa es el efecto indirecto: la incertidumbre global está empezando a golpear sectores clave como el automotriz. Ayer mismo, Stellantis detuvo operaciones temporalmente en su planta de Toluca. ¿La razón? Riesgos logísticos y financieros derivados de la guerra comercial. Si esto se generaliza, podríamos ver recortes en empleo, inversión extranjera más cauta y presión sobre el tipo de cambio.
El llamado “Plan México” —que busca impulsar la producción nacional y blindar la economía— es una buena señal, pero llevará tiempo ver resultados. En este entorno, creo que Banxico deberá mantener un tono prudente y estar listo para reaccionar con agilidad si el crecimiento se frena más de lo esperado.
Chile: cuando el cobre tose, toda la economía se resfría
Chile está en una posición delicada. La economía chilena es intensamente dependiente del cobre, y China es su principal comprador. En este momento, la sola expectativa de menor crecimiento en China por los aranceles ha llevado a la Comisión Chilena del Cobre a advertir que los precios del metal probablemente ya tocaron techo este año.
Y aquí lo digo con claridad: si los precios del cobre caen, la economía chilena pierde impulso, el tipo de cambio se deprecia, y se generan presiones fiscales y monetarias. Esto no es nuevo para Chile, pero el entorno externo ahora se ve particularmente complejo.
Perú: vulnerable por partida doble
En el caso de Perú, me preocupa su doble exposición: por un lado, la minería —particularmente cobre y oro— que va mayoritariamente a Asia; por otro, el agroexportador, que ha venido ganando terreno en Estados Unidos.
Si las tensiones comerciales ralentizan la demanda desde China, eso golpea las exportaciones mineras. Y si la guerra arancelaria se expande hacia más sectores o si EE.UU. redirecciona sus barreras a otras regiones, productos como el espárrago o la palta peruana pueden perder competitividad. Ya hay estimaciones de que las exportaciones podrían caer en 0.26% del PIB. Es un golpe considerable para una economía que venía mostrando señales de fragilidad estructural.
Reflexión final
Mi experiencia me ha enseñado que este tipo de conflictos rara vez se quedan contenidos entre los protagonistas. Sus ondas expansivas llegan lejos, y América Latina —aunque no sea el campo de batalla directo— termina siendo un “daño colateral” si no se prepara adecuadamente.
Para México, Chile y Perú, este es el momento de acelerar la diversificación de mercados, reforzar cadenas de valor locales y blindar sus marcos macroeconómicos. Las tormentas externas no se pueden evitar, pero sí se puede navegar con más estabilidad si se hacen los ajustes correctos a tiempo.